Altazor

Altazor se lanzó al mercado con la cosecha 1999 y en esos años venía de parras centenarias en la zona de Talagante, en el Valle del Maipo. Esta versión, tal como desde 2012, viene de la zona de Pirque, hacia el oriente del Maipo, a los pies de las primeras estribaciones de los Andes y a unos 700 metros de altitud, alto para los estándares del vino chileno. Y este ofrece una mirada fresca, frutal; una mirada clásica de cabernet chileno, muy lejos de las sobreextracciones. Por el contrario, aquí hay sutileza, texturas finas y firmes, filosas, pero nada agresivas. Los aromas mentolados y terrosos dominan en un vino que se siente equilibrado, firme en acidez, largo en su proyección de sabores, levemente herbal hacia el final de la boca. Un cabernet importante, no por su peso, sino por su propuesta, por apelar a la fineza antes que a la superconcentración. Si alguien alguna vez habló de la elegancia del cabernet chileno, este podría haber sido un muy buen ejemplo. Este año, el blend tiene un 94% de cabernet sauvignon, pero además hay un 4% de cariñena y el resto de carménère.

El 2020 fue un año complejo, y no solo por el inicio de la pandemia (que ya es bastante), sino porque fue un año muy cálido, de madurez urgente. Quizás es por eso, cree el enólogo Rafael Urrejola, que había que estar especialmente atento. Este fue cosechado muy temprano, en la primera semana de marzo. La mezcla tiene un 88% de cabernet sauvignon, todo de Pirque, que es la base de este vino desde 2010 (su primera cosecha fue en 1999), más un 9% de cariñena de Maule y un 3% de carménère de Colchagua. Es un vino notable para el año, se siente fresco, rojo, turgente, vibrante, lleno de frutas rojas crocantes. Los taninos son algo salvajes todavía, no muestran la fineza del Maipo, pero es cosa de tiempo. Este vino crece y crece.

Altazor se viene produciendo desde 1999, pero desde 2010 que es responsabilidad del enólogo jefe de Undurraga, Rafael Urrejola. Y, desde ese mismo año, viene de la zona de Pirque, en el Alto Maipo. Este año, el 90% del cabernet viene de allí, mientras que hay un 8% de carignan del Maule, y el resto de carménère de Colchagua, todo de viñas de más de 30 años. Este es un vino que se siente cálido, jugoso, de muchas frutas, pero a la vez de muchas notas herbales. La textura es tensa, rica en taninos muy de la zona, finos, incisivos; el final sabe a hierbas. Un clásico.